Si ya practicamos yoga o meditación, aunque sea de vez en cuando, es común y en cierto sentido natural, que tengamos la expectativa de lograr resultados inmediatos. Queremos que después de sentarnos a meditar unas cuantas veces ya logremos más atención y concentración o que ser más flexibles o fuertes nos tome solo unas cuantas sesiones de posturas. Queremos saber lo que podemos lograr en un mes o seis y cuánto tardaremos en pararnos de cabeza o cuándo tendremos un destello luminoso en la mente. Nos interesa “practicar” para “lograr”.
El sentido de logro no es malo, tampoco lo es el crear expectativas y tener anhelos y metas, de hecho esto es una cualidad extraordinaria de la mente: imaginar el futuro. El problema es que el mapa del futuro creado por la mente es tan seductor que creemos que es real, y cuando nos damos cuenta de que los logros deseados son solo una idea o expectativa y no se ha logrado nada, surge la frustración, desencanto o decepción.
Para contrarrestar esta tendencia a la expectativa y al logro, la cual crea ansiedad solo necesitamos usar nuestra cualidad innata de observación, añadiendo curiosidad y un sentido lúdico.
Al estar practicando posturas o meditando comenzamos por observar si hay tensión o ansiedad, o como es la forma y textura de un músculo; observamos cómo se siente la temperatura de la inhalación o qué sucede al apoyar la planta de los pies o la diferencia entre tensar la mandíbula a relajarla. Al entrenarnos a observar aprendemos a comprender, entender y abrazar lo que le sucede al cuerpo y a la mente sin emitir juicio, crítica, rechazo o apego, y sin que nos domine la expectativa o el juicio o el objetivo final. Aprendemos a disfrutar el mismo hecho de solo observar, contemplar y sentir y a vivir los cambios continuos en el cuerpo y en la mente bajo diferentes condiciones. ¿Pero eso es todo?
No es todo, lo más importante es que esta cualidad de observar y contemplar con conciencia y receptividad la transferimos a cualquier actividad de la vida diaria. De la misma manera que nos observarnos al hacer posturas y meditar y aprendemos a soltar la tensión, la incomodidad o la distracción, así lo hacemos en las diferentes situaciones de la vida: soltando la incomodidad física, mental y emocional.
El observar nos conecta con el sistema de autorregulación física y emocional que tiene nuestro cuerpo y mente el cual nos ayuda a vivir dentro de un vasto espacio plagado de interconexiones, manteniendo cuerpo y mente en contemplación y con curiosidad. Empezamos a vivir un modelo de vida que se mueve hacia la tranquilidad y la creatividad.
La siguiente vez que medites o practiques posturas, manténte en este estado de observación contemplativa que no significa pasividad sino más bien curiosidad, si el maestro te pide estirar la rodilla no lo hagas desde una manera mecánica sino contemplando: ¿cómo se siente?, ¿qué hay?, ¿qué sucede?, comprendiendo si estas en seguridad o en peligro o si estás poniendo mas esfuerzo del necesario, y lo mismo si el maestro te pide cerrar lo ojos y observar tu respirar, no lo hagas de manera mecánica forzando la concentración sino saboreando las sensaciones del respirar en todo el cuerpo.
Observar es un actitud curiosa y juguetona, como dice el maestro Richard Rosen: “el juego (en oposición al entrenamiento), reconoce la libertad inherente y la sabiduría única del ser, y no hay una meta futura mas que continuar jugando”.
Observar con esta actitud creativa, curiosa y juguetona no solo te permitirá disfrutar del yoga y la meditación sino de la vida misma e incluso sin darte cuenta cubrirás algunas de tus necesidades y tu sentido de logro será real y no imaginario.
Este es el encabezado
Por: Jñana Dakini, autora del libro “Acércate al Yoga”.