Por: Fernando García Aguinaco
Años después de haber comenzado mi práctica de yoga, cambié por completo de profesión. De ser periodista y fotógrafo especializado en viajes, comencé en 2004 a dar clases de yoga. Sin embargo, muchas veces, cuando me costaba tanto esfuerzo hacer una postura, debido a mi poca flexibilidad, me decía un poco en broma y un tanto en serio: “¿Cuándo se me ocurrió dedicarme a esto que me cuesta tanto trabajo?” Los límites de mi cuerpo, particularmente evidentes en las extensiones al frente, se convirtieron en una gran enseñanza.
El escultor vasco Eduardo Chillida escribió, “el límite es el verdadero protagonista del espacio”. Idea tan cierta para la creación de esculturas como para la práctica de posturas de yoga (yogasanas).
Cuando practicamos yogasanas, el primer lugar en el que detectamos nuestras limitaciones es en espalda, brazos y piernas debido a la falta de flexibilidad y fuerza que podemos experimentar en estas partes del cuerpo.. Además desde la filosofía del yoga, brazos y piernas se relacionan con el comportamiento social y la autorregulación que de cierta manera nos remite también a la noción de límite.
Desde la perspectiva del yoga, piernas, brazos, lengua, órganos de reproducción sexual y órganos excretores son los karmendriyas u órganos de acción. Como explica B.K.S Iyengar, son justamente a estos órganos de acción a los que van dirigidas las observaciones sociales (yama). Yama es la primera rama del yoga y comprende cinco aspectos: ahimsa (no violencia), satya (amor a la verdad), asteya (hallarse libre de avaricia o no robar), brahmacharya (control del placer sensual) y aparigraha (hallarse libre de codicia y de la posesión más allá de las propias necesidades).
A la hora de practicar posturas de yoga, trabajamos con nuestras limitaciones físicas y también practicamos aspectos de las observaciones sociales como la no violencia (ahimsa). Por ejemplo, hay dos maneras de cometer violencia (himsa) a nosotros mismos en la práctica. Una es hacer más de lo que podemos hacer, y otra es hacer menos de lo que podemos hacer, dejando así morir a las células por inactividad o, peor aún, dejarlas morir sin haberles permitido realizar su trabajo.
A través de la práctica de yoga también vamos contactando con distintas capas o envolturas (koshas) del cuerpo. Los músculos y huesos forman la capa más externa y física del cuerpo (annamaya kosha). Células, glándulas, sistema circulatorio y respiratorio, entre otros órganos, conforman la capa fisiológica (pranamaya kosha). Manomaya y vijnamaya koshas son las capas del cuerpo mental e intelectual. Finalmente, Anandamaya kosha es la capa divina, la más sutil del cuerpo.
Con la ayuda de la consciencia inicial en nuestra capa más externa del cuerpo (annamaya kosha) desarrollamos la posibilidad de contactarnos con las capas más sutiles. Así también, al comenzar a trabajar con los órganos externos podemos percatarnos de nuestros límites más evidentes para luego, al avanzar en nuestra práctica, percibir los límites internos.
Es por esta razón que como maestros de yoga, las indicaciones que damos a un alumno principiante son distintas a la guía que damos a un alumno con más experiencia. Por ejemplo, a un alumno principiante enfatizamos en que extiendan brazos o piernas, mientras que a un alumno con más experiencia podemos pedirle que contacte con órganos, sensaciones de la piel o la relación mente-cuerpo.
La enseñanza que nos dan los límites a la hora de practicar asanas es que al reconocerlos, como dijo el escultor Chillida, los hacemos protagonistas del espacio y al aceptarlos, tenemos la oportunidad de ampliarlos, de transformarlos y en este proceso el espacio también se amplía.
En el próximo artículo abordaré la capa del cuerpo fisiológica (pranamaya kosha) vinculada a las emociones. Tema relacionado al segundo taller que daré este año en Yoga Espacio para explorar la conexión entre lo externo, lo interno y nuestro entorno.